dissabte, 29 de gener del 2011

Con lentes y a lo loco

A las nueve y media estava en Four Courts esperando el autobús. Hacía media hora que se había levantado y sólo casi tres horas que había dormido. Un plato de pasta a las seis de la mañana requiere su tiempo, aunque de tanto esperar, te entre el sueño. Lo cual, no es de extrañar que en el momento de quitarse las lentes de contacto, la del ojo izquierdo no llegara a su caja. Así que nos la encontramos a las nueve y media de la mañana vestida de fiesta, con pelos a lo afro, con sólo dos horas y pico de sueño y una sola lente en el ojo derecho.

Es necesario advertir que no ve absolutamente nada sin gafas o lentillas en defecto de las primeras. Nada. Si extiende un brazo hacia delante, a partir de donde terminan sus dedos, la realidad se vuelve borrosa, desenfocada y se presenta solo con manchas de colores. Así es que para coger el bus y volver a casa, sufrió bastante. Solo tenía media capacidad para distinguir los números de los vehículos y si lo perdía, debería esperar más de 30 minutos para el siguiente. Y con 4 grados en la calle, la espera no se hace especialmente agradable. Así que ni corta ni perezosa, el primero que llegó a la misma parada le dijo: "¿Me puedes hacer un favor? No veo de lejos y he perdido una de mis lentillas y tengo que coger el bus pero no veo nada. ¿Me puedes avisar cuando llegue el 37?".

Me contó que el hombre se quedó un poco parado pero que fue majo y le iba diciendo todos los números de todos los buses que veía pasar. Aunque de poco le sirvió el hombre porque ella consiguió divisar a lo lejos el 37. Así que de golpe y porrazo le dijo:
"Oh, ahí está! Muchas gracias ya no hace falta solo necesitaba este!. Y me fui corriendo hacia el bus. Lo miré cuando pasamos por delante y el muchacho todavía hacía cara de no saber qué había pasado".

Si es que no tiene remedio.

dimecres, 26 de gener del 2011

Notas

Aún viviendo en otro país con otra familia, no puede dejar de equivocarse.

Se ve que el domingo pasado, cuando se levantó ya no había nadie en casa. Bajó a la cocina y encontró una nota de la pequeña Lucy: "Tienes el desayuno en el horno aunque los huevos te los tendrás que cocinar tú".
Me dijo que lo primero que le vino a la cabeza fue: "Oh, ¡qué mona! Además de dejarnos notas con los padres, ahora también con los niños". Así que se comió el desayuno: salsichas, tostadas, tomate y bacon. "¡Qué rico!".
Lástima que la nota no fuese para ella. Lucy la había escrito para su madre pero se olvidó de poner su nombre así que mi confiada amiga, pensó que iba dirigida a ella. La madre se rió cuando supo que se había quedado sin desayuno pero a ella se le revolvió el estómago.

"Es que todavía no sé de donde sacan que nunca desayuno...", se me disculpó.