dijous, 5 de gener del 2012

Billetes

A la espera de un nuevo viaje, siempre te asaltan las dudas: ¿Lo llevo todo? ¿Cojo esa camiseta por si acaso? ¿Tengo el cepillo de dientes? ¿He cogido los billetes? Estas dudas siempre se resuelven con solución, con afirmaciones, pero no todas las podemos contestar antes de empezar la cruzada. ¿Me lo pasaré bien? ¿Hará buen tiempo? ¿Nos entenderán y nos entenderemos?

Este tipo de cuestiones siempre quedan al aire y sólo pueden ser respondidas una vez estás en el lugar. Lo mismo ocurre con el viaje que ya emprendimos años atrás, por allá cuando estábamos en el dulce, caliente y seguro vientre.

El viaje de nuestra vida es un constante ir y devenir de sucesos, de cuestiones, decisiones y errores que no podemos acontecer antes de tiempo. Nos toca aventurarnos día tras día al azar que se nos depara con cada nueva salida del sol. Sólo mirando atrás podemos saber si lo que pensábamos, lo que hicimos, lo que callamos estuvo bien. O mal.

Poco ha que se terminó otro año. Con él, quedan atrás vivos recuerdos que siempre se guardarán con nostalgia. Como cuando uno se mira en el espejo y ve aquella pequeña marca o sale de la ducha y al ver ese moratón recuerda la anécdota de aquél día. Atrás quedan muchas cosas, quizá una de ellas, quizá la más importante, el final de una gran etapa.

Atrás quedan los días de locas borracheras a base de Guinness, de sonetos a base de acordeones, de resbaladizos pasos por la nieve y de risas con extranjeros. Junto a ellos, atrás queda un trabajo con compañeros que siempre se quedarán conmigo y la superación definitiva del pasado. Y el adiós a un amor. Atrás queda un cambio interior que arreló lo suficiente para que se mantenga vivo.
Por otro lado, queda atrás un gran viaje al corazón del viejo imperio iugoslavo, furgonetas viejas llenas de desconocidos que terminaron ser grandes amigos. Atrás quedan personas singulares y auténticas. Sólo se puede definir así. Y empiezan los nuevos trabajos y los nuevos proyectos con ese fin que, marcado por doce uvas, nos avisa de la siguiente parada, sin tiempo a descansar.

Con todo esto, queda un ramo de sentimientos fervorosos y sinceros. Porque he sufrido, he llorado, me he sentido sola y me he equivocado. Pero, ¿sabéis? No volvería atrás. Lo vivido fue hermoso en su figura desnuda, lo errado fue maravilloso. Me alegro de haber reído y me alegro de haber llorado porque eso significa que lo he sentido. Que lo he vivido.

Los errores se solucionan ahora con los días venideros para que se auguren mejores. Porque lo van a ser. Nuestra vida solo es un viaje con solo billete de ida. Entonces, ¿porqué vivir en el pasado? Aún queda mucho trayecto por recorrer, muchas calles por perderse, muchos desconocidos por conocer, muchas conversaciones por reir y muchas pérdidas que llorar. ¿Porqué anhelar, pues, el ayer? Nunca fueron tiempos mejores, lo bello aún está por llegar, está esperando a que lo descubramos. ¿Qué pasará mañana? ¡Y que más da! Mientras uno tenga claro lo esencial es suficiente para sacar los deseos de seguir andando. ¿Aún no has conseguido lo que querías? Tranquilo, tienes mucho por recorrer antes de llegar a la meta. Lo importante es no perderla nunca de vista. El resto, bienvenido sea a mi mundo. Me encantan las sorpresas. Ahora sí.

A la espera de un nuevo viaje, siempre te asaltan las dudas: ¿Lo llevo todo? Sí. ¿Cojo esa camiseta por si acaso? No me cabe en la maleta. ¿Tengo el cepillo de dientes? Diría que sí. ¿He cogido los billetes? ¡Por supuesto! ¿Me lo pasaré bien? Seguro. ¿Hará buen tiempo? Parece que no mucho. ¿Nos entenderán y nos entenderemos? Haremos lo posible.

Que bueno es empezar el año con una escapadita en avión.

Feliz 2012.