dijous, 13 d’octubre del 2011

Canciones

Hoy se ha pasado el día escuchando música.
Y quizá ha sido una de las primeras veces en que las ha escuchado y no oído. Según qué canciones serán muy ñoñas pero a ver, vamos a ser todos sinceros: ¿quién no se ha identificado con la típica canción cutre de amor? ¡Mentirosos! ¡Todos vosotros y lo sabéis!
Pero hoy no tocaban canciones ñoñas. Ha escuchado música de esta que suena todo el día sin parar en la radio y otra que ya no se escucha pero que ella no puede nunca parar de cantar. Tres canciones han narrado los tres diferentes estados de ánimo de la chica. Canciones que hablaban de sentimientos, de hartazgo y de perdón (que, por cierto, esta última también la han escuchado sus compañeros de trabajo. Llevaba los cascos puestos y canta fatal, de verdad os lo juro por lo que más queráis, pero qué le vamos a hacer. No puede dejar de cantar ni debajo el agua). Canciones comerciales, canciones hechas para vender en su momento, sí, pero al fin y al cabo, canciones que cuentan historias y que te empequeñecen o te agigantan. En nuestro caso, la han empequeñecido.
No ha sido hasta horas más tarde que se ha vuelto como el Gegant del Pi.

A ritmo de canciones comerciales, no ha dejado de bailar en dos horas. Se ha quitado del cuerpo toda la porquería que llevaba dentro en forma de sudor, con la cara roja del esfuerzo (la tenemos resfriada y no respira bien) y la camiseta y los pantalones empapadas. Ha dejado su alma al compás del frenesí, cumpliendo órdenes de una mini-cadena. Y al terminar, un comentario la ha hecho reaccionar.

Sí, hay sentimientos como rezaba la primera canción, pero también mucho cansancio, mucho hartazgo, como cantaba la segunda. Y asunción de culpa, su aceptación y su consecuente perdón porque ha aprendido y esta valiosa lección le vale su propia compasión. La tercera y última cantante así decía y así lo ha hecho saber a sus compañeros de trabajo. Y al final del día, el revivir, el volverse a mover, el avanzar y un estúpido comentario que ilustra lo realizada que te sientes cuando sigues andando.

Porque ha tropezado, no con una piedra, sinó con una montaña. Pero lo bonito de darse cuenta del error, de asumir que se ha hecho mal y que ha aprendido de todo ello, es maravilloso al fin y al cabo.

¿bailamos?

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