dimarts, 1 de febrer del 2011

Estrenos desastrosos

Mathilde y Helena viven en un apartamento con dos chicas más en la Christ Church Cathedral. Hace poco que la última se mudó a la vivienda pero ya se ha convertido en el piso franco: viernes y sábado, ahí las tienes charlando y bebiendo cerveza.

Un día quedaron para cenar con Eleonora, Piero y mi amiga y una de las compañeras brasileñas del piso, Ana. El plan era cocinar un plato español y otro italiano y luego salir un poco de pubs. Pero Piero vivía en Rathmines y Mathilde y Helena en el centro. Y además, tenían que ir al piso de ellas porque la catalana se tenía que duchar. Así que al final consiguieron convencer al hombre para que fuese él quién se moviera de casa y de este modo, pudieran estrenar, como es debido, el piso de las chicas con una cena y una bonita fiesta después. Los roles ya habían quedado establecidos: Eleonora y mi amiga cocinaban, el resto comía. Se esperaba una noche interesante, claro que sí. Lástima que las cosas se fueran un poco del revés.

Nuestra compañera, como buena catalana y española se encargó de la tortilla de patatas que quemó en el centro dejando solo los bordes comestibles. De hecho, mientras la cocinaba una humareda inundó el comedor de Mathilde y Helena (pero por suerte no se enteraron). Y por si fuera poco, se le enganchó en la paella. Comieron tortilla quemada y rota. Pero es que además, Eleonora, que sólo debía hacer pasta con tomate y chili, también destrozó el plato. Hablando de un hombre que la trae de cabeza, sin querer, en vez de echar un poco de chili, le echó un MONTÓN. Caras rojas, sofocos, vidrios entelados, el agua que se terminó en segundos y mucha calor impregnaron a todos los comensales después del primer bocado. Eleonora y Piero, según ella, no se quejaron demasiado, incluso dijeron que estaba muy buena. "Y lo estaba, pero no veas como me picaba la lengua, nadie podía hablar", me contó.

"Bueno", le dije; "ya tenéis la excusa perfecta para repetir velada".

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