diumenge, 4 d’abril del 2010

Vivir en un rincón de una habitación

Me contó que pensó inmediatamente en Amélie. No sólo por el símil de la anécdota sino por que fue una de las escenas que se le quedaron grabadas en la mente.

Me contó que fue una sorpresa. No una sopresa predecible, sino una sopresa inesperada. Una confesión en una casa llena de mulitud hecha en altas horas de la mañana. No sabía qué decir. Dice que sintió muchas cosas a la vez. Pero lo que más la colpió fue que, realmente, el mundo es un pañuelo.

Siempre ha sido demasiado confiada e inocente. Es decir, un desastre. En comisaría la tienen fichada unas tres veces pese a haber perdido o que le hayan robado el monedero más de diez. Y en distintos paises. No tiene solución. Almenos ahora parece que lo tiene más en cuenta. Siempre que sale, tiene el bolso en su regazo. Ya sea en el bar, en casa de las amigas y en su casa. Si la pudiésemos observar cuando duerme, veríamos que el bolso está en la cama de al lado. O en la mesa de la habitación. Pero cerca.

Una de las primeras veces que la robaron fue cuando tenía unos catorce años y con dieciséis ya contaba con tres sustracciones. Dice que siempre piensa en el destino del contenido de su monedero. ¿Adónde irá a parar? ¿En la basura? ¿Lo verá alguien? ¿En el fuego? ¿Se quedarán las tarjetas perdidas en algun lugar y alguien lo encontrará años después? ¿Lo manipularán para que sea de otra persona? ¿Algún día recibirá una multa a su nombre? Me contó que esa noche, después de la barbacoa, alguien le puso solución al dilema.

Un amigo, al que conoció siete años más tarde, le enseñó las fotos de esa primera vez que la robaron. Fotos de cuándo era pequeña, de carné para el colegio en la época en qué era muy importante quedar bien, fotos de un antiguo amor, fotos de amigas. Todas ellas, junto a otras muchas más. "Encontré tus fotos y decidí quedármelas. Luego, cada vez que me encontraba otras, también las guardaba". Dice que les echó un vistazo, "era imposible detenerse en alguna con tantas", me dijo. Hombres, mujeres, abuelos, niños, niñas, rubios, morenas, pelirojas, casados, divorciadas, trabajadores, paradas. Un sinfin de historias detrás de unas pequeñas fotos de carné.

Me dijo que en ese instante se vio a ella misma sentada esperando a alguien en la calle y con la mirada fija en aquellas personas que pasaban por delante suyo. Se recordó imaginando que esconderían detrás, qué historias las llevarían a cruzar la calle en ese momento. Qué tipo de vida llevarían, si tendrían hijos o no, si tendrían algún amante o solo un verdadero amor. Se preguntaba también a qué personas hubiese visto si hubiese llegado cinco minutos tarde. ¿Habría visto al empresario? ¿Habría visto a los niños jugar a la pelota? ¿Habría visto a la chica que, días más tarde, conocería en un bar?

Me decía por teléfono que lo que más le chocó fue que las fotos no las encontró un desconocido. Sino un amigo suyo. "De acuerdo, en ese momento no lo era pero sí ahora. Sí cuando me contó lo de las fotos. De todas las personas que hay en el mundo, de todas las veces que he perdido el monedero, fue él quién las encontró esa vez. Y se las guardó. Y años más tarde nos conocimos para terminar en esa cena para que me diciera que las tenía él". Es curioso. Nos pasamos la vida pensando que estamos solos en el mundo cuando en verdad estamos interconectados. Vayamos lo lejos que vayamos siempre estaremos viviendo en un charco de agua. Casualidad o destino, lo que queráis. Pero quizá no estamos tan solos cómo creemos.

- "Oye, ¿y le preguntaste qué historia se imaginó para ti?"
- "No".
- "¿Porqué?".
- "Me dio miedo su respuesta".

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